por Michael Lanza
Bajo un cĂĄlido sol de febrero y un cielo sin nubes, lanzamos nuestros kayaks desde un pequeño lugar de la playa de arena hacia las aguas perfectamente tranquilas y de color chocolate oscuro del East River en el Parque Estatal Fakahatchee Strand Preserve del sur de Florida. En cuestiĂłn de minutos, bandadas de garcetas nevadas vuelan en formaciĂłn cerrada sobre su cabeza. Ibis blancos, anhingas negras, garzas tricolores y pelĂcanos marrones aletean sobre el ancho rĂo y las verdes paredes del bosque a ambos lados. Las grandes garzas azules despegan sin esfuerzo y se deslizan con alas cuya envergadura equivale a la altura promedio de un humano.
Hace un rato, cuando nos desviamos de la US 41 hacia un camino de terracerĂa sin marcar, solo unas pocas millas al norte del lĂmite del Parque Nacional Everglades, un pequeño cartel casero clavado en un ĂĄrbol nos saludĂł con el mensaje: «Bienvenidos a la verdadera Florida.» Aunque las instrucciones de manejo que recibĂ para esta conexiĂłn en el East River parecĂan invitar a errores (eran del tipo «girar a la izquierda mĂĄs allĂĄ del final de la barandilla»), esa señal me hizo pensar que habĂamos aterrizado en el lugar correcto. La avifauna que estamos viendo lo confirma.
Mi hijo de diez años, Nate, y yo compartimos un kayak sentado en la parte superior para dos personas; mi esposa, Penny, comparte otro con nuestra hija, Alex, que tiene casi ocho años. Nos disponemos a remar durante unas horas los tramos abiertos y estrechos tĂșneles de manglares de este rĂo, y acercarnos casi a tocarlos a la vida silvestre que no se puede ver en la mayor parte del planeta.
Mañana saldremos a navegar en canoa y acampar durante tres dĂas en el Parque Nacional de las Diez Mil Islas de los Everglades.
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Nuestro compañero de hoy, el guĂa Justin Shurr de Shurr Adventures, quien nos guiarĂĄ a travĂ©s del laberinto de tĂșneles de manglares del East River, señala una pequeña sombra que fĂĄcilmente se pasa por alto en el agua oscura.
«¿Ves esa cosa que parece un trozo de madera flotante?» Ă©l dice. âNo es madera flotante. Es un caimĂĄn. Como es tĂpico, solo la cabeza del caimĂĄn sale a la superficie; la mayor parte de su cuerpo flota justo debajo, oculto a la vista hasta que te acercas. Pero, explica Justin, puedes estimar su tamaño usando una fĂłrmula simple y confiable: cada centĂmetro de distancia desde sus ojos hasta el final de su hocico se traduce en un pie de longitud corporal. âEso es uno de doce piesâ, nos dice.
Remamos un amplio arco a su alrededor.
De hecho, hay muchos caimanes. Vemos varios solo en los 20 minutos antes de ingresar al primero de los cinco tĂșneles de manglares en el rĂo. Justin señala con calma cada uno, con una estimaciĂłn: âEse es un pie de pĂĄgina de once pies. Son de diez u once pies. En el agua turbia, que tiene solo dos o tres pies de profundidad, vemos caimanes que acechan inmĂłviles en el fondo fangoso, y mantenemos los ojos bien abiertos para evitar pasar por encima de uno.
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El Parque Estatal Fakahatchee Strand Preserve se anuncia como «el Amazonas de AmĂ©rica del Norte». Un bosque pantanoso de aproximadamente veinte millas de largo por cinco millas de ancho, contiene una variedad de hĂĄbitats desde praderas hĂșmedas hasta islas de hamacas de madera dura tropical y pinares rocosos. El Fakahatchee tiene 44 orquĂdeas nativas y 14 especies de bromelias nativas. Tenga suerte, o mala suerte, segĂșn su perspectiva, y podrĂa encontrarse con panteras y osos negros de Florida, serpientes Ăndigo del este, visones de los Everglades y tortugas acuĂĄticas de espalda de diamante aquĂ.
Al entrar en los manglares, dirigimos los kayaks a travĂ©s de pasajes tan estrechos que podemos agarrarnos a las ramas en la maraña de espaguetis a ambos lados para impulsarnos hacia adelante. Los ĂĄrboles forman un tĂșnel real, con el dosel retorcido arqueĂĄndose justo por encima de nuestras cabezas. Desarmamos nuestros remos y cada uno usa solo la mitad de uno para empujar hacia adelante en el agua a pulgadas de profundidad.
Un poco mĂĄs de tres millas rĂo abajo, despuĂ©s de salir del Ășltimo tĂșnel y entrar en un amplio tramo de rĂo marrĂłn, damos la vuelta y volvemos sobre nuestros pasos. Sin corriente perceptible, ir rĂo arriba no es diferente de bajar.
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DespuĂ©s de empujar y empujar nuestro camino de regreso a travĂ©s de los tĂșneles, con el lugar donde comenzamos este recorrido a la vista, Nate y yo nos hemos adelantado mucho a Penny, Alex y Justin cuando nos damos cuenta de que nos estĂĄn gritando. miro hacia atrĂĄs Justin señala a nuestra izquierda, a un caimĂĄn que nada en un curso de colisiĂłn con nosotros, o tal vez estamos en un curso de colisiĂłn con Ă©l. Balanceo el kayak en la otra direcciĂłn.
Como estamos aprendiendo rĂĄpidamente, los Everglades parecen plĂĄcidos, pero debajo de la superficie, este es un lugar excepcionalmente salvaje.